Ese es mi punto débil. Aunque a veces los recuerdos son una droga mortal, que a la vez que me alivian, me envenenan. Es esa típica sensación de despertar de un fantástico sueño. Y desvanecerse cuando descubres que no es real... y lo peor, es que lo fue.
No tenía miedo a las dificultades: lo que la asustaba era la obligación de tener que escoger un camino. Escoger un camino significaba abandonar otros.

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